Aprovecharse del miedo al juicio
Gocé de un padre graduado en
letras, apasionado por la lectura y la escritura, ambas cosas las hacia bien.
Mientras escribí mi libro lo hice sin decirle nada, no lo involucré en ese
proyecto, y eso me hacía avanzar con miedo, pero avanzar. Se enteró de mi obra cuando
le llegó la invitación para el Bautizo.
En una oportunidad un cliente
mi pidió un curso sobre un tema del cual no tenía ni la menor idea, para no
lucir desactualizado, le ofrecí la propuesta para ese mismo día, y cuatro días
después, con muy pocas horas de sueño en mi haber, estaba dictando curso de 16
horas. Salí airoso, y esa cadena de hechos de una semana, me dejó como
resultado: Un producto intelectual fantástico, que se convirtió en el curso más
vendido de mi empresa entre el 2007 y el 2011.
En las dos situaciones
planteadas anteriormente hay un elemento que coincide, y que es el tema a
tratar: el miedo al juicio de valor. Acto que ha sido satanizado, y que, en
oportunidades, no es tan nocivo como lo plantean.
Los juicios de valor, pueden
hacer que las personas se paralicen o, como en muchos casos, despierte una
serie de posibilidades de crecimiento.
El miedo a la opinión de mi
padre sobre escribir un libro era tan poderoso, que me invitó a continuar en
silencio y rápidamente, para llegar al objetivo. Así mismo, el miedo al juicio
de mi cliente, que me dejará en evidencia que no sabía de un tema tan actual,
me puso a estudiar por tres días mientras iba diseñando el curso, y el
resultado fue un excelente producto. El juicio de estos actores no era mi
motivación principal, yo quería escribir un libro, y servir al cliente, pero
sin duda que el miedo “al dedo acusador” era un ingrediente que jugaba un papel
importante.
Vivimos en un mundo de
juicios, y así será por siempre. Eso es lo que nos permite agruparnos y
convivir, acercarnos a quienes “se parecen” a nosotros, y alejarnos (al menos
eso creemos) de los que son diferentes.
Transforma
el miedo
Para fluir con el miedo al
juicio de valor, no se requiere buscarle interpretaciones profundas, o hacer
una travesía a las catacumbas de la memoria de los miedos infantiles, a ver
dónde está alojado y desmontarlo; tampoco, es cuestión desglosarlo en silabas y
revisar la entonación y el significado de cada palabra, para comprender de
manera exacta e impoluta lo que el otro quiso decir. Estas investigaciones tan
densas como válidas, son útiles, son transformadoras, y son de proceso y
tiempo, pero, en ocasiones, un juicio no tiene tanto poder como para hacer de
él un melodrama digno de una telenovela, o un proceso de sanación.
El miedo al juicio de valor es
del tamaño y la fortaleza de tu autoestima. Es posible convertirlo en un
aliado, desde su esencia natural, sin transformarlo en sí mismo, sino hacer lo
necesario para que te transforme a ti, en la dirección que deseas.
La capacidad de transformación
personal, se basa en pasar de un juicio a otro, de una creencia limitadora a
otra potenciadora, de un pensamiento paralizante a un movimiento de avanzada.
Cada vez que veo venir una
bandada de juicios de valor, y que intuyo que me pueden restar posibilidades,
recuerdo la oportunidad en que me mudé de Maracaibo a San Cristóbal, me dijeron
todo “lo malo” del gentilicio Tachirense, yo decidí creerles, y me costó mucho
la adaptación a esa ciudad y a su gente; cuando yo cambie, cultive las
relaciones y las amistades más genuinas de mi vida.
Deja al otro con su juicio,
esa persona tiene derecho a ser y opinar como mejor lo desee, y tú, asume tu
derecho a creer o no. Cuando veas venir un juicio de valor, baila con él, y en
el momento indicado suéltalo y déjalo que baile solo.
Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda
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