Es más fácil ser Radical

El siglo XX ha sido la época de la humanidad más fértil en cuanto a los aportes ofrecidos por la ciencia, las artes y todas las corrientes del pensamiento; se dieron saltos gigantes en cuanto a lo tecnológico y ha servido para enormes conquistas sociales, a pesar de esto,  seguimos sin encontrar un eslabón necesario para la solución de los conflictos de la convivencia en sociedad.    

Los tiempos nos han hecho la vida más fácil, y en varios aspectos han complejizado la convivencia humana, y  para ello, el ser humano y en conjunto la sociedad acuden al lugar más fácil: la radicalización.

Ser radical es tener una sola mirada y plantarla de forma inamovible sobre una situación dada; en esta posición no caben razones distintas, no hay medias tintas, no hay derecho a puntos medios, o se es o no se es. El radical se cree el lado  más opuesto de lo que adversa, y a mayor distancia, cree que es mejor. Cuando las distancias son tan lejanas en función de un punto de vista, es mucho más difícil conseguir puntos de encuentro y solución.

Plantarse en una esquina creyendo tener la verdad y la razón, es mucho  más fácil que desarrollar conductas más civilizadas y  armónicas, tales como: la tolerancia, la flexibilidad, la escucha empática, el reconocimiento del otro, la paciencia, la democracia, la humildad, la negociación y, el compromiso por la paz.  

Nada es más fácil que creer tener la razón, y en oportunidades esto sirve para alejar a la gente, ya que “la razón” no es garantía de acuerdo y convivencia armónica, para esto se necesita mucho más que poseer la razón y  estacionarse de manera inflexible en la acera de en frente.

En tiempos de conflicto, quienes tienen una postura comedida y libre de “Radicalización” son excluidos, vilipendiados, y sacados del juego; esta conducta parece crear un disturbio en las mentes de quienes prefieren los extremos.

Liderazgo radical
Lo antes expuesto es observado en todos los ámbitos de la vida humana, en todas las razas y culturas, en grandes sociedades y en pequeñas familias, y parece estar tatuado en un incontable número de líderes, que paradojicamente son los convocados a conducir a las personas a una mejor forma de vivir.    

Líderes que saben lo nocivo de la radicalización, pero prefieren estar allí antes que flexibilizar su posición y asumir el riesgo de ser percibidos como: traidores, débiles, o cualquier otro adjetivo que los califique mal antes sus seguidores. Muchos seguidores aman a sus líderes por ser radicales, demostrando ambos de esta manera conductas deshumanizantes.

Un líder que muestra su postura radical, deja en evidencia su miedo a convivir con quien le “parece” distinto, y con ello, revela su barrera mental para co-crear en un mundo que llama a la diversidad y la ruptura de fronteras étnicas que hoy no suman.    

Los líderes están convocados a abrir puertas y caminos que conduzcan a nuevas y mejores alternativas; a cerrar ciclos de conflictividad y decadencia de la calidad de vida humana; a desempañar las ventanas para ver nuevos horizontes; a corregir los entuertos que se crearon producto de no conseguir salidas armónicas a tiempo. Los líderes son ideas y acción sin necesidad de radicalización.

Creo en los líderes y ciudadanos que cada día aprenden a ser más libres de la esclavitud que provoca la radicalización; apoyo a los que suman, a los que tienden puentes; a los que se sienten tan iguales que el que piensa distinto, por ello, lo respeta.

Radicalismo no es sinónimo de firmeza; firmeza no es sinónimo de poder; poder no es sinónimo de liderazgo; liderazgo es un camino a la solución,  y soluciones es lo que necesitamos.     

Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda 

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