Venezuela en un semáforo
Gracias
a que me corresponde viajar y manejar por distintas ciudades del país, y
ocasionalmente, por algunas ciudades del
mundo, surge esta mirada de lo que expresamos como sociedad. Hace muy
pocos días, en la calma que puede generar un domingo, y con la posibilidad de
manejar con muy poco tráfico, un acto de soberana agresividad de un chofer, me
delató que (injustamente) podemos resumir a Venezuela, de la manera en que nos
comportamos en los semáforos.
En
los semáforos de nuestras ciudades, conseguimos: las colas, la agresividad, la
inseguridad, la economía informal, el deterioro físico y moral de un país, la mengua
de los bienes públicos, la viveza criolla, la miseria y la indigencia, un par
de saltimbanquis ganándose la vida, el irrespeto a las señales, la impaciencia, la
intolerancia, el “quítate tú para
ponerme yo”, una protesta, la violación de las normas sin miedo a
consecuencias, escoltas uniformados que
abren paso para que “un gran señor” llegue pronto a un lugar, y un estirado
etcétera.
También
es verdad que conseguimos: algunos que respetan la luz y el rayado, una mujer
que cruza el paso peatonal, perfumada de sensualidad; un hombre que va apurado
a su trabajo; un vehículo del año, de una prospera y honesta persona; un transporte escolar, que conduce a los niños a la posibilidad de
ser mejores, a través de la educación; un chofer que pide una dirección y otro
que gentilmente lo guía; gente que aun sonríe; finalmente, el retrato de un
país con diferentes matices, que devela sociológicamente, que necesitamos
volver a comenzar por respetar el significado de las luces roja, amarilla y
verde.
Me
atrevo a enseñar una reinterpretación de cada una de las luces que conforman el
semáforo, para que cada persona que hace vida en este país, la aplique en la
cotidianidad, sin importar si el otro la practica o no; en este caso lo
importante es el actuar de cada uno, para poder sumar más comportamientos
positivos a una nación que lo pide agritos.
La
roja: Que signifique no a la corrupción y el
pago coima; que nos recuerde detener toda conducta que sabemos es
perjudicial para cada quien y para los otros; decirle: Alto a la viveza
criolla; recordar que comunicamos más y mejor con los hechos que con las
palabras; que cada quien, desde su
lugar, sin necesidad de atropellar a otros, haga lo que le corresponde; y si,
que se detenga antes del rayado y espera su luz verde para pasar.
La
amarrilla: Que se esté alerta, dado que hay caminos más rápidos para lograr las
cosas, pero no son necesariamente convenientes; acelerar el comportamiento
ético y moral; pasar de la queja a la
acción; desacelerar las ansias de responsabilizar a los otros, sobre los
resultados que le corresponden generar a cada conciudadano; detenerse para no
tomar riesgos basados en la avaricia; y claro, la luz amarilla (o ámbar) le
pide que se precavido y se detenga, cúmplase.
La
verde: Demos con mucha energía un comportamiento cívico; avancemos en paz a la
solución de nuestros conflictos; sigamos siendo personas nobles y de buen
corazón, de trato armónico y jovial, creadores de historias positivas; sigamos
el ejemplo de muchos venezolanos que dejan el nombre de este país en el mejor
sitial; alejémonos del conformismo; démonos
el permiso de avanzar, sin apego al
pasado y a las emociones culposas. Por favor, espera que llegue la luz verde
del semáforo para avanzar.
Espero
desde mi responsabilidad ciudadana, que
esta propuesta, de una reinterpretación de este tricolor, y sirva para
mejorar, engrandecer y honrar nuestro tricolor con 8 estrellas. ¡Ponte
en acción!
Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda
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