Liderazgo, perfección y coherencia.
Los
procesos de liderazgo son tan humanos, como quienes lo promueven, ya sea desde
la dirección (el líder) o desde el apoyo (los seguidores); sería muy fácil ser
líder, si quienes le siguen son unos robots (sin capacidad de discernimiento), hay
humanos que en oportunidades se comportan como tal; igualmente sería
extremadamente aburrido, ser liderado
por un robot (como entendemos la robótica hoy).
Lo apasionante del liderazgo es que se basa en
la relación entre personas, donde una de ellas, utiliza muchos recursos para
lograr que otros, con principios, valores, capacidades y pensamientos
diferentes, coincidan y se comprometan a trabajar en función de un ideal.
En
la cultura occidental ha prevalecido que los líderes deben ser perfectos,
y a la menor equivocación (como todo
humano) son cuestionados, y en muchos casos han perdido muchos o todos los seguidores. Hay millones de
ejemplos como han “enterrado vivo” a quien en algún momento fue un gran líder; esto siendo el
resultado de creer (o querer) un líder perfecto.
Cuando escuche o vea a una persona que quiere “venderse” cómo
líder, y le muestre “su vida perfecta”, inmediatamente encienda sus alarmas,
ponga mucho cuidado, investigue un poco
más, antes de creerle todo lo que dice. No hay líderes perfectos, porque son
seres humanos.
Pedirle
a un líder que sea un ser perfecto, o creer que un líder es perfecto, es
convertirse en un romántico creyente de un imposible.
A
los líderes se les exige coherencia, es decir: que muestre con sus acciones la
relación que existe con lo que siente, piensa y profesa. La coherencia se
convierte en la tarjeta de presentación más fiable de un líder; en el desafío
más grande; en el bastión moral más poderoso; en la fuerza de atracción más
convincente; en el discurso irrebatible; y en la manera más segura de estar bien consigo mismo. La coherencia le
da al líder el doble de las ganancias, de lo que le ofrece la capacidad
retorica.
Cuando se es coherente como líder, se necesita tener
mucha claridad de los principios y valores con los que se decide vivir, y con los cuales se guiará para alcanzar la visión que propone. La coherencia es un llamado a hacer un trabajo interno, que le permita al
líder responsabilizarse por todo lo que dice, mostrándolo en acciones más que
en intenciones. Ser un líder coherente es reconocer que se tiene como ser
humano zonas de luz, y zonas de
oscuridad; y trabajar para construir con sus zonas más brillantes, y ocuparse
internamente de sus zonas menos
productivas.
Como seguidores, no se puede guiar únicamente por la capacidad discursiva del líder,
corresponde madurar, bajar la credibilidad a todo lo que este dice, y subir la
objetividad sobre aquello que el líder hace. También es importante reconocer que los
líderes son seres humanos, que tienen el derecho a equivocarse y el deber de
rectificar.
Es
importante hacer conexión con los líderes desde sus zonas de luz, y restarle
poder a las zonas de oscuridad, al menos que estas últimas, se conviertan en un
factor incoherente, que desdiga la
búsqueda de la visión.
¿Quiere ser un líder coherente?
Sea
honesto consigo mismo, de lo que puede y de lo que no puede hacer. Réstele
historias épicas y fantasiosas a su discurso, y súmele acciones y hechos. Invierta más energía en trabajar en
sus incompetencias, que en buscar excusas o enemigos en los molinos de viento.
Sea más humano y cercano, que mostrarse como
un ser perfecto puesto en el Olimpo. Vea en aquellos que los critican o adversan
seres a quienes convencer, y no a
enemigos que “hay que aniquilar”. Muestre y
defienda su verdad con
creatividad y firmeza, y escuche con respeto y humildad la verdad de
los otros. Dedíquese a servir a la gente que le acompaña, que será allí, donde
podrá valorar la grandeza de la coherencia y lo inútil de la perfección.
Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda
(Instagram y Twitter)
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