Cuando yo te digo que el burro es negro…
El titulo de este artículo es el
fragmento inicial de un refrán popular,
que es usado con frecuencia por propios
y extraños; en ocasiones siento que nada
es más ególatra que la posición de creer tener la verdad absoluta, y usar un refrán como el mencionado, sirve para
reafirmar que se tiene la razón y que se es infalible.
Ni los
mismos hechos nos otorgan la autoridad para erguirnos de tal manera que el otro
sienta que se equivocó y que debe confiar de manera ciega en nuestra
palabra. Al final, como humanos podemos equivocarnos en una situación similar y
los “pelos negros” pueden llegar a ser blancos.
Cuando se acierte o se compruebe que se tiene
la razón, nada es más prudente que la humildad, el silencio y la espera, para darle el espacio a los otros,
para que reflexionen y observen su
proceso, esta es una manera de permitirles que aprendan; los actos con los que se hace
alarde de tener la razón, sirven inicialmente para generar rechazo, es por ello
que en situaciones de esa índole, el silencio toma un poder sublime y aleccionador.
Para narrar mejor el poder del silencio, me
permito extraer del libro “101 Cuentos clásicos de la India”, uno muy
apropiado:
La
elocuencia del silencio
Un padre deseaba para sus dos hijos la mejor formación
mística posible. Por ese motivo, los envió a adiestrarse espiritualmente con un
reputado maestro de la filosofía vedanta.
Después de un año, los hijos regresaron al hogar
paterno. El padre preguntó a uno de ellos sobre el Brahmán, y el hijo se
extendió sobre la Deidad, haciendo todo tipo de ilustradas referencias a las
escrituras, textos filosóficos y enseñanzas metafísicas.
Después, el padre preguntó sobre el Brahmán al otro
hijo, y éste se limitó a guardar silencio.
Entonces el padre, dirigiéndose a este último, dijo:
--Hijo, tú sí
que sabes realmente lo que es el Brahmán.
Amancio E. Ojeda Saavedra
@amanciojeda
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