730 Días

Hoy  se cumplen 2 años de haber dejado mi país, y haber sido recibido en Chile. Allí estaba mi hijo, puntual, con chaquetas para el frío y con el calor de su abrazo, y así comenzó un camino lleno de todo tipo de aprendizajes, grandes cuestionamientos, enormes dudas, y un sube y baja emocional sólo comparado con lo que sentí cuando vi por primera vez a mi primogénito, a tan solo minutos de haber nacido.

Vivir entre dos tierras: la tuya, que cada vez se parece menos a lo que te hacia sentir propio, pero que no dejas de amar, recordar y desear que haga el cambio para bien, y sigues en la distancia pendiente de ella; y la nueva, que te acepta a la velocidad en que tu eres flexible, que con nobleza te muestra su candor y  carácter, y con firmeza te abre la puerta para que te ganes el espacio que necesitas, además, te muestra que puedes ser un mejor ser humano y ciudadano; que las diferencias existen para complementarse y no para competir. Esto es cuando menos un camino para andarlo despierto, con consciencia del presente.

En estos 730 días he aprendido un bojote de cosas, más de las que creía, probablemente más de las que he enseñado, y vale decir que me dedico a contribuir al aprendizaje de las personas. Es imposible en esta entrega escribir cuantos cambios he vivido en este viaje al Sur, resumiré sólo tres, para que usted querido lector, si le hacen sentido y está transitando el mismo camino, o está apunto de hacerlo, esté atento, y espero que también aprenda a disfrutarlas más que a sufrirlas.       

Tres aprendizajes
Paciencia intravenosa: Este ha sido un valor desarrollado, cuando se está en tierra ajena la paciencia se aprende “sí o sí”, quien llega es el que está apurado porque todo fluya al ritmo de su necesidad o urgencia, y el nuevo país y su gente tiene su ritmo, y suelen no coincidir, así que la invitación es: “Tome un número, siéntese y espere”. Las cosas terminan ocurriendo sin que haya que violar normas y leyes, sin que haya que hacer uso de la “viveza criolla” que tanto daño nos hizo y nos hace como país.

Las oportunidades tienen largas cabelleras: El refrán dice: “las oportunidades las pintan calvas”, y puede que así las pinten, pero en la realidad tienen largas cabelleras, de las cuales se pueden guindar y  servirse para crecer. En este trayecto me he conseguido a cientos de Venezolanos que han surgido, crecido, mejorado su vida y la de sus entornos; se han guindado de uno de los largos cabellos  de las oportunidades y no lo han soltado, y  desde allí han armado sus nuevos entornos. Corresponde a quien llega ver las oportunidades y con la perseverancia de un pájaro carpintero trabajar con inteligencia y propósito. No le creas a los que dicen que no hay oportunidades.

Alegría, divino tesoro: no importa las razones geográficas y culturales, o la  educación familiar y la formación que obtuviste; la verdad, es que la alegría es un atributo que sirve para dos cosas: 1) Como analgésico emocional cuando llega la contracción de la nostalgia por los afectos y, 2) Como un generador de relaciones infalibles, que te permite conocer nuevas personas y ampliar la red de contactos. Usar la alegría me ha salvado.

Digo con sinceridad que lo que ocurre en Chile me importa y afecta, he generado amor por esta larga nación; también digo con la voz quebrada,  que lo que pasa en Venezuela me abofetea, molesta y duele, escribir esta columna cada dos semanas me desafía, porque lo que más quiero es servir y a veces no sé si mis letras son suficiente; sólo me alivia en ambos casos las acciones que hago para: Transformar el ser para el liderazgo.

Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda

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