Viviendo con los “Amantes del conflicto”



Mucha gente tiene como forma de relacionarse el conflicto; no conciben su existencia si no  están creando o en medio  de un conflicto; van pasando por la vida  generando relaciones que terminan de malas;  quien esté a su lado, y no tenga claro la importancia de vivir en armonía, puede “pisar el peine” y quedar enganchado en esa dinámica castradora. A estas personas pareciera que les estorbara la paz. 

Estos actores de “mala vibra” se consiguen a menudo; son seres que necesitan tanto reconocimiento, que lo obtienen por las buenas o a través de un conflicto. Pululan en todas partes, sea en las redes sociales, en los condominios, dentro de la familia, en lo político, en las empresas, etc. 

Ciertamente las relaciones son al menos de dos, y para que haya un conflicto (validado),  se requiere que otra persona se preste a esa forma de relacionarse. 

El conflicto siempre lo percibo amargo y  árido, no necesariamente estéril. El conflicto es un espacio de crecimiento, son oportunidades para desafiarse inicialmente en  lo emocional, para conseguir sosiego, y luego las habilidades necesarias (desarrolladas o por desarrollar) para encontrar una solución.  

El conflicto en ocasiones es inevitable,  puede ser tormentoso, estridente para las entrañas, tan asfixiante que no da espacio a pensar, agotador en lo físico y  emocional; y  con todo su lado amargo,  suele dejar grandes lecciones, hay que dedicarse a buscarlas y  aprenderlas.
Es incuestionable la compulsión de algunas personas, de mantenerse inmerso en uno o más conflictos, inclusive, reconozco algunos que se sienten tan cómodos allí, que son casi infalibles en ese terreno, ese es su espacio para mostrar sus habilidades y terminar con un sabor a triunfo. 

Este comportamiento, suele estar acompañado (incluso  ser la consecuencia) de un locus de control externo, donde el pensamiento que prevalece en la persona es: Todo lo que me ocurre es culpa de los otros, el mundo  está en mi contra y me toca defenderme. 

Hay personas que verdaderamente les gusta vivir en conflictos, no por sus ventajas, sino por una espacie de adicción a esa emoción; los conflictos les motivan a sentirse constantemente retados, a mantenerse en guardia y vigilantes; ellos suelen ver en quienes les rodean como enemigos; se buscan ciertos  aliados (que seguramente mañana serán los nuevos adversarios); ellos se la pasan en una constante elucubración de una estrategia, para salir de un conflicto. Pareciera que una energía tan agotadora para unos, para ellos fuera su alimento. El conflicto los hace sentir vivo. 

¿Conoce usted a alguien así? ¿Es usted así? 

¿Qué hacer con los “amantes del conflicto”?
La respuesta tiene dos vías. La primera: Si usted se identifica con las características que antes se han descritos; siente que por alguna razón, hoy  se comporta de esa manera; se da cuenta que está teniendo problemas con todo su entorno, y que suma más espacios donde “debe luchar”, que áreas donde se siente en armonía consigo y con quienes le rodean; es tiempo  de  cuestionarse ese modo de relación; le invito a revisar donde perdió la brújula que lo conducía, a las relaciones productivas y duraderas; dedíquese a hacer un trabajo para permanecer más tiempo en paz (interior). Un profesional de la conducta humana puede ser de gran utilidad. 

La segunda: Si  usted se relaciona con alguien con las características de “Conflictivo”, piense primero: ¿Qué hice para atraer a alguien así? ¿Qué  necesito  aprender de mí, con todo  esto? Y luego, haga su trabajo  de  desconexión, no  de la persona, sino de la conducta; generé espacios de paz; evite las provocaciones; cuando perciba los primeros signos o síntomas de conflictos, busque una solución pacífica y definitiva (que no necesariamente tiene que ser ceder); no permita que nadie le robe su armonía, esa es una decisión personal.         

Ya bien lo entendía Buda cuando dijo: “Estamos en este mundo para convivir en armonía. Quienes lo saben no luchan entre sí.”       

Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda (Instagram y Twitter)

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