Las emociones y el educador

Si hay algo que marca una experiencia de aprendizaje y un alumno son las emociones del Facilitador. Las emociones sencillamente son la diferencia. 
Un facilitador frío, calculador, distante, sin una sonrisa que disminuya "la seriedad" del proceso de aprender, que no se aproxime a la gente, que se dedique sólo a "enseñar", hará que los aprendices se incomoden, se extraigan del proceso de aprendizaje y muchos concluirán que esa actividad no está referida o diseñada para ellos.

Las emociones en sí mismas son una sugestión, son una expresión que puede condicionar el cerebro del aprendiz para querer estar o no en el proceso de aprendizaje. Cuando el facilitador se hace cargo honestamente de transmitir sus emociones e impulsar que florezcan las emociones de sus estudiantes, entonces se abrirá un espacio de confianza y seguridad que ayudará a que todo fluya de manera más armónica y se incremente la productividad.

Emociones como: alegría, sorpresa, amor, seguridad, serenidad, poder, agradecimiento, entusiasmo, reconocimiento, tranquilidad, entre otras. Son las que un facilitador debe hacerse cargo de mostrar sin temor, no puede reprimirlas y mucho menos ocultarlas, son parte de él y los aprendices siempre desean a un facilitador humano, cercano, que vive y siente.

Emociones como: aburrimiento, ira, tristeza, desconfianza, apatía, angustia, vergüenza, repulsión, entre otras. Son emociones que existen, que el facilitador como ser humano puede tener, pero que debe aprender a canalizar, para que no se conviertan en sugestiones negativas que mermen el ánimo de los estudiantes y marquen negativamente la experiencia de aprendizaje.

Una frase muy elocuente de la presidenta de la "Red de Aprendizaje Quántico" Roberta "Bobbi" DePorter dice: "Los estudiantes no les importa lo que sabes hasta que sepan lo que sientes". 


Amancio E. Ojeda Saavedra 
amancio@alianzas.com.ve 
 Twitter @amanciojeda 

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