Me llamaban Licenciado ¿y a ti?



Desde hace muchos años, me presento con mi primer nombre y  mis dos apellidos;  en cualquier lugar donde firmo y debo poner “quién soy”,  utilizo lo que me identifica  y mis dos raíces: Amancio Ojeda Saavedra. Esto lo hago consciente, me gusta mi nombre, que significa “Hombre que da amor”, y  honro y agradezco a mis padres usando sus apellidos. 

Viví una cultura de los títulos, en la universidad me decían Bachiller; en mi rol de docente me llamaban profesor;  en la JCI se referían a mí por el  cargo que desempeñaba: Presidente, DINA, Tesorero, IPA, etc. Durante los seis años que viví en el Táchira, me acostumbre a que la inmensa mayoría (es una cuestión cultural) me llamara: Licenciado; aun algunos amigos de esa tierra me sigan llamando  así. Y no  siempre preferí que me llamaran sólo por mi nombre, muchas veces deseaba (nunca exigía)  usaran mis títulos, y me presentaran con un palabrerío que enalteciera mi presencia. La madurez (creo) me ha hecho comprender lo insignificante que puede llegar a ser esa conducta.  

Hoy  me siento  alegre de hacer cada día más énfasis,  que me llamen por mi nombre y mis dos apellidos,  los títulos sólo expresan lo que estudié o un rol que cumplo (o cumplí) en el devenir de la vida;  creo que mientras más se me llame por mi nombre, menos necesitaré de una “muleta” para el ego, como lo son los títulos.

Observo tanta gente en la cotidianidad y en las redes sociales, cambiándose el nombre o el apellido,  usando  cosas como: Coach transformacional Pedro Pérez, Francisco Terapeuta Holístico, Consultora de emprendedores María Cascarrabias, Conferencista motivacional  Fulana de Tal, Psicólogo Positivista Simón José, y  pare de contar. Y cuando los leo  me pregunto: ¿Por qué tienen la necesidad de usar sus títulos con tanto énfasis? ¿Mercadeo, branding personal o egocentrismo?  Cada quien tendrá sus razones.

He vivido  episodios diferentes, donde más allá del uso de los títulos usados como “nombres” o “apellidos”  impera el Ego. Un conferenciante se molestó, con los organizadores de un evento, porque no leyeron su “resumen” curricular, y ese documento de 2 cuartillas, hacia parecer que habían traído a un ser supremo como ponente. En otra oportunidad,  cuando tenía un programa de radio, un entrevistado exigió a mi productor ser presentado de tal manera, que iba durar más tiempo leyendo su vida profesional, que el tiempo que tenia para entrevistarlo.  ¡Cuánto afán por los títulos!

En días pasados me reuní con Cesar Peña Vigas, y para presentar una propuesta comercial a un cliente, le pedí su resumen curricular, y me respondió: “No  acostumbro a enviar mi CV, quien quiera saber de mí, que lo busque Google….” Eso me hizo tanto clic, me parece tan congruente con su personalidad poco excéntrica;  y vaya que este hombre tiene títulos y trayectoria que mostrar. ¡Una lección de humildad!

Reafirmo mi interés en seguir siendo tratado de manera horizontal, ya sea que me relacione con un ilustre Doctor, o con un estudiante; ambos son seres humanos de quienes puedo servirme y servir en un momento dado. Las relaciones que me interesan desarrollar, son aquellas en las que puedo  ser yo, sin tanta pose, sin las distancias que pueden marcar el uso de títulos, que al final sólo se refieren a la historia de lo que fui capaz de hacer, y no  realmente a quien soy hoy.       

“El mejor regalo que puedes recibir, es escuchar tu propio nombre” Estas palabras (parafraseadas) me las  repetía mi madre con frecuencia; quizás para fortalecerme ante el bulling que recibía en colegio por mi nombre poco común, o quizás para invitarme a usar mí nombre con mucho orgullo. El hecho fue que logro  ambas, y ese sigue siendo mi  mejor regalo.  ¡Gracias Aurora Saavedra Peña!


Amancio Ojeda Saavedra 
@amanciojeda
www.amanciojeda.com

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