¡Prohibido correr!


Estudiaba cuarto grado en mi natal Maracaibo,  en un colegio inmenso, con un patio increíble, áreas verdes, arboles de matapalo que daban sobran y sus ramas servían para guindarse y columpiarse, sólo estudie ese año; como  cosa extraña, a pesar de todas las bondades para la distracción, las normas regían de manera estricta, que estaba prohibido correr durante el recreo. 

Cada día, al regresar del recreo, yo ya sabía que me esperaba,  hacer 50 o 100 planas (de acuerdo al humor de la maestra) que decían: Está prohibido correr en el Colegio. Ese fue el año que sirvió para terminar de dañar mi ya maltratada caligrafía; también sirvió  para odiar a una maestra, que quería lograr el cumplimiento de una ley, a través del castigo. 

En una oportunidad, mi madre me dijo que no las hiciera (Me invitaba a desafiar al poder), sino que crearíamos lo siguiente: una cartelera muy colorida, donde yo colocara “Las normas del colegio”, ella me ayudó y la hicimos, quedó esplendida, y a la maestra le gustó el resultado; tuvo efecto sólo por una semana, a los días siguientes estaba yo haciendo planas. 

Visto  a la distancia: Esa ley era inútil; debí ser un dolor de cabeza para la maestra; el castigo y la represión promueven el odio; hay energías naturales difíciles de contener; al final, la gran maestra no fueron las planas, fue la madurez de conciencia. 

Cuando observo cómo se reprime una parte de la sociedad, y de manera violenta se trata de imponer un modo de hacer las cosas; cuando siento que la gente corre hacia adelante, sin importar lo que el poder trata de hacer; cuando  descubro  que la creatividad desafía al poder, me convenzo que la sociedad tiene algo más que la razón, y que pronto, se acabará este periodo de “hacer planas”, para comenzar un nuevo  ciclo de transformación. Seguro que tendremos que vivir con las consecuencias de los años pasados, así como yo no he podido corregir mi caligrafía. 

Las leyes en cualquier sociedad, deben estar diseñadas para que sus miembros sean libres, sin más condicionamiento que el respeto y el derecho  de  los otros. 

Por más represión, castigo, escaramuzas, amenazas,  y fiel cumplimiento de la violencia, para imponer un ideal, si la sociedad se siente presa, buscará la libertad, y con el dolor, y la consecuencia injusta e innecesaria de que algunos no vivan para disfrutarla, la sociedad se hará libre. 

Quienes ostenta el poder y la fuerza de las armas, deténganse, reposen sus consecuencias por un breve espacio en una almohada de humanidad; es tiempo de hacer que brille la inteligencia, reconociendo lo que está mal hecho, y  rectificando de manera radical, para poder establecer un nueva convivencia en paz. La búsqueda por sentirse libre de esta sociedad, está mostrando su rebeldía, no quiere hacer más “planas”, no por malcriadez, simplemente se niega a que le coarten su derecho a “correr”, está buscando su legítimo derecho a vivir bien.        

La solución a una situación tan delicada, que es más compleja que demostrar quién tiene la razón, requiere una enorme voluntad de aceptar a los otros, a los que piensan distintos, incluso, a los más radicales de cada una de las fuerzas que mueven las masas. Todos tenemos el derecho de pensar, sentir y  actuar en libertad, todos tenemos derecho a vivir en este país, y ser incluidos como parte de la solución. 

Estos tiempos exigen más hechos de inclusión que represión; más trascendencia social y menos exacerbación del ego; más demostración de madurez de la consciencia democrática,  y menos discursos ambiguos. Hoy, aquí, no se puede ocultar la hediondez  a conflicto; hoy, aquí, urge una solución que atienda las causas. 


Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda

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