El día que olvidé los principios
Los tiempos que vivimos han desafiado de manera
diametral muchas de las convicciones humanas, dado que el sistema nos convoca
con aberración, a fallarnos a nosotros mismos, a través, de buscar subterfugios
amorales para la subsistencia. Esto en ocasiones ha logrado que yo olvide
ciertos de mis principios de vida.
Decidí
dedicarme al tema de liderazgo hace muchos años, quizás a inicios de
1996, y fue en la semana santa del siguiente año, cuando me encontré y me dejé
cautivar por uno de los libros que ha marcado mi vida: “El liderazgo centrado en
principios” de Stephen R. Covey. Esta obra me hizo cuestionarme y comenzar un
camino distinto de mi desarrollo
personal, incluso, mucho de lo que logré en los años siguientes como Gerente,
fue gracias al riesgo de andar por las sendas que propone el autor.
Una de las prácticas para la selección de personal
para mi empresa, o para alguno de
nuestros clientes; o para buscar socios y aliados, incluso, para establecer un vinculo
comercial, era indagar sobre los principios rectores que los hacían moverse, y
saber si coincidían con los míos, y así poder decidir si establecer el vinculo o
no. Al inicio abandoné empleos y relaciones, basado en el hecho que no había
más flexibilidad en mis principios, y era mejor poner “punto y final”. Esto me demostró que el establecer relaciones
sobre la base de Principios, es una práctica que funciona.
Identificar por su nombre, y darle su amplio significado
a cada principio rector, es una ventaja para tener una mejor vida; yo los
escribí y los re-escribí varias veces, así que para mí están claros cuales son
los míos ¿Usted sabe cuáles son los suyos?
Ahora bien, tener identificados los principios no libera
de fallar en su vivencia; en ocasiones he faltado en uno o varios principios, y me ha tocado pagar las
caras facturas, facturas que se muestran así: rompimiento de relaciones de
manera poco amable; cargar fardos de
trabajo superior a la capacidad de hacerlo; ceder en situaciones que van en
contra de los principios, y que minan el autoestima; avergonzarse de las propias
conductas, entre otras. ¿No les parecen que son facturas muy costosas?
Una buena noticia
Es grato saber
que la vida es más presente y futuro, que pasado; esto siempre abre la
oportunidad de iniciar de nuevo (y no de “cero”), y decidir sobre el estilo de
vida que se desea construir.
Ante lo rápido
que parece el transcurrir de la vida, se puede trastabillar en las bases, con ello
perder el equilibrio, y así, caer en las
tentaciones de lo más cómodo y fútil, atentando contra sí mismo. Es necesario
con frecuencia cribar bajo la lupa que ofrecen los principios; hacerlo trae
grande beneficios, incluso, la importancia de esta práctica la manifiesta de
manera diáfana S. Covey, cuando
escribió: “Nunca debemos estar tan
ocupados aserrando como para no tener tiempo, antes, de afilar la sierra, así
como nunca debemos estar tan ocupados conduciendo, como para no tener tiempo de
cargar combustible.”
Siempre es
posible re-construirse, y ser un mejor
ser; sólo si se es capaz de poner en práctica el principio: aprendizaje
continuo. Es a este al que acudo, cuando me descubro pagando facturas con altos
costos emocionales y que me alejan de la forma en que deseo vivir y trascender
a mis limites.
Los principios son
la base que le dan sentido a los valores, como convención social, y de estos
últimos, se desprenden los comportamientos por los que somos estimados y
juzgados. La coherencia entre estos tres ámbitos del vivir, son la aproximación
a una vida plena; no perfecta, pero en constante crecimiento; sin definición de
éxito para los demás, pero si con la satisfacción del gozo interno; sin
garantía de trofeos brillantes y esplendorosos, pero si con el sello de un ser
en evolución.
Amancio Ojeda Saavedra
@amanciojeda
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