Las creencias del Barbero

Durante años, he sido fiel a mis barberos, en Maracaibo duré cortándome el cabello con uno por más de  quince años, a Guido (QEPD) lo  seguí por más de 3 lugares, él fue un barbero Italiano con un humor increíble, no había manera de  encontrarlo  molesto, llegó  a Venezuela huyendo de las crisis de su país natal, y  en cada corte que me hacía, tenía un nuevo cuento de su vida, lleno  de  gracia y  sabiduría.

Mi paso por San Cristóbal me obligó a cambiar de  peluquero, y  luego  al llegar a Valencia, he probado  con varios  profesionales de la estética del cabello, confieso mi  preferencia por barberos clásicos,  desde hace año y medio conseguí  a uno  que puede entenderse con “las malcriadeces de mi melena” de manera sensata.

En mi última visita a este nuevo  amigo, para conocerle mejor le pregunté:

- ¿Cuánto tiempo tienes en esta profesión?  

y  me respondió que lo hacía desde los 19 años (calculo en él unos 65 años), pero que lo había dejado por temporadas, y  luego  surgió la manifestación de su creencia que me condujo  a esta reflexión, con una convicción a prueba de fuego, completó su respuesta así:

-       Este, como todos los oficios manuales, embrutece.

Más que cuestionar la creencia de este buen  profesional, mi mente fue inmediatamente a comparar esa creencia con la referencia que tengo de Guido, ya que para mí  era un placer escucharle, era una experiencia de aprendizaje sentarse en su silla y  mientras girabas, escuchabas un cuento colmado  de anécdotas y sabiduría.


Otro buen Barbero que recuerdo, es el que nos canta y describe el gran Astolfo Romero en su gaita "El Barbero", muy  famoso en mi ciudad natal, y que se convirtió en un personaje, el buen llamado Luis "El Perro".

Sabiendo lo que hacen y  cómo lo hacen, jamás podría juzgar al oficio  del barbero como algo “que embrutezca”; dado  el auge que toma cada día esta labor y el poder observar que hoy en día existen  artistas de esta profesión, sería injusto.

Algo entendí de la creencia manifiesta de mi barbero, es que la misma le servía para justificar su necesidad de salir de  la rutina, y  poder buscar nuevos oficios que le permitieran  aprender nuevas cosas.


Este episodio me permite conectarme con algo importante, y  es que una creencia que puede ser tan limitante como la anterior, puede ser desmontada para conseguir espacios de creatividad, re-conexión y  empoderamiento de las tareas que parecen rutina, tareas que son parte de  los que somos y  nos gusta hacer; y  para esto se requiere de alguien con capacidad para mostrárnoslo, el coaching sigue siendo un buen espacio para ello.   
Finalmente, dejo  esta frase de Eduardo Punset, español y autor un gran libro llamado “El alma está en el Cerebro”, quien afirma: “Si aislamos a alguien, sus creencias son las de siempre, pero al no haber nadie que las reafirme, se acaba convenciendo de que está equivocado.”


Amancio E. Ojeda Saavedra 
@amanciojeda 

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