La presencia del “tener” que no existe.

Tener estudios y títulos para no sentirnos aislados con nuestra ignorancia.

Tener muchos amigos para acompañar nuestras alegrías y penas, saboreando siempre la necesidad uno más.

Tener un alguien, quien en esa sabrosa enfermedad llamada amor, se contagia, y juntos nos olvidamos de esa sensación latente de soledad que camina en nosotros.

Tener hijos, queriendo (consciente o inconscientemente) que no  se vayan, cosa que inevitablemente harán y; que de manera irremediable, al final del camino, nos acompaña el silencio.

Tener un gran carro para pasear a nuestra soledad cada día más confortable, ella se abrocha el cinturón con la certeza que estará allí.

Tener el deleite de un show gastronómico en nuestro plato más cercano, más para alimentar el miedo a  las ausencias, que la necesidad de este cuerpo que nos da forma.  

Tener una gran casa, para luego escurrirse entre pasillos y habitaciones, y así estar más distanciados y ausentes de nuestros afectos; que paradójicamente la adquirimos como un grito urgente solicitando reunión.  

Tener de cerca y cada día más repetidamente, el sonido  de  la muchedumbre, para vociferar que existimos, y  así, intentar callar el murmullo lejano  de nuestros pensamientos, que expresan lo que refleja el espejo llamado “yo”.

Tener el campanear de un escocés para animar una fiesta o  para acompañar el dolor de volver a estar solo.

Tener la mirada, el sudor y el sabor de otro  ser tatuado  en la piel, luego  de recorrer su mapa corporal con el nuestro; para luego  apoyar nuestra cabeza en una almohada, esa que es testigo de nuestro cansancio de no saber qué hacer con la soledad.

Tener que esculpir, escribir, hablar, viajar,  educar, moldear, cocinar, crear, gerenciar, liderar, correr, subir y bajar; para sentirnos útiles y productivos, y  así  llenar el ego, ese que cuando más lleno, más desierto. 

Tener un cajón  de  recuerdos y acudir a él con frecuencia, para justificar que no  hemos estado solos, con la certeza que esos momentos pasaron tan rápido o tan lánguidos cómo tan desguarnecidos  nos sentimos.

Tener en nuestro pronunciar vocablos en plural, para justificar desde nuestro lenguaje que hay alguien más que acompaña su retiro con nuestra presencia.  


Es que el “Tener” nos da tanto por un lado y  nos quita por otro; mientras que la soledad, sin esfuerzo, siempre nos ofrece su rostro  sincero y  nos da nuestro espacio, a cambio  de  nada. 


Amancio E. Ojeda Saavedra 
@amanciojeda

Comentarios

  1. Tener individuos iluminados como tú, debería ser suficiente para no pedir nada más y comprender poco a poco que no se trata de "extrañar" sino de "entrañar".

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